VICTORIA.

He ido de rebajas. Bueno ¿y quien no? Sí, pero yo el año pasado tenía que comprarme ropa dos tallas mayor de lo que usaba antes de quedarme embarazada, y ahora... ahora no. Por fin quepo en una 42. Bueno ¿y eso es para tanto?. Pues sí, porque tras más de un año viéndome, primero como un satélite de la tierra, que guardaba en su interior más sorpresas que un huevo Kinder, y luego como una vaquita cansada, que recurría a la ropa más grande que encontraba, por fin, por fin he vuelto a recuperar parte de mi cuerpo. La tripa no es la misma, yo que presumía de cinturita fina, he encontrado, una cierta flacidez que no acaba de desaparecer, pero me da igual.
El caso es que fui a Zara, y volví con dos pantalones nuevos, un jersey, una camiseta, sesenta y siete euros menos, y la moral por las nubes. ¿Que mis caderas siguen siendo anchas? Cierto. ¿Que los pechos no están en el mismo sitio que antes? También es verdad. Pero en este cúmulo de realidades hay que destacar alguna más: mis piernas están algo más delgadas, no he cogido ni un gramo en navidad, y por fin me estoy sintiendo mujer otra vez, y no sólo una mamma. No es malo ser mamma, al contrario, pero uno no puede ser únicamente eso.
La dieta de las gemelas obra milagros, no paras en todo el día y eso se nota. Se la recomiendo a todos los que engordaron el último mes. Es más, si vienen a casa les presto las gemelas un ratito para sacarlas de paseo. El mero hecho de subir un par de cuestas empujando más de treinta kilos (10 de la silla, y 11 aproximadamente de cada niña) ayuda a fortalecer brazos y piernas.
Para celebrar la buena nueva me voy a darles la fruta a las niñas y a sacarlas de paseo. ¡Quiero llegar a la talla 40! (¡ja, ja,ja!)

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