Se acabó, estamos rodeados. A cada paso que doy me encuentro con un peluche bajo mis pies, no hay remedio, cada vez son más. Llegará el día en que nos expulsen de casa. Están bajo las camas (incluida la de matrimonio), los sofás, el parque infantil, en mitad del salón..., y aunque los vuelva a guardar, a los diez minutos volveré a pisarlos. También es cierto que en muchos casos puedo estar pisando el peluche gemelo del que ya he guardado. Porque en casa tenemos muchas, muchas cosas por duplicado, entre ellas bastantes peluches.
No los he contado, pero prometo hacerlo y aportar una fotografía acreditativa de lo que digo. A groso modo, yo diría que entre los que han heredado de su madre (yo), y los que tienen ellas, debemos estar muy cerca de los cien. Muchos de ellos los hemos puesto encima del armario donde las niñas no pueden alcanzarlos, y los demás aparecen y desaparecen constantemente.
Entre los peluches hay categorías. Los más importantes, los que no pueden desaparecer ni cinco minutos son los hipopótamos suavecitos que les regaló María Eugenia. Son a los que se abrazan cuando tienen sueño, y claro, si alguno de estos falla, los llantos están asegurados. Cuando hay que lavarlos van rápidamente a la secadora, como si se tratase de una prenda imprescindible, y puede que para estos bebés a los que les cuesta tanto trabajo dormirse lo sean. Los hipopótamos acudieron como invitados estelares incluso al bautizo de las niñas, porque son como Scoth Brite "no pueden estar sin él"
Ha crecido la importancia de otros peluches como Ely, un super elefante mochila de la factoría Pocoyo, que es casi tan grande como ellas. Este tiene gran utilidad en los cambios de pañal, pues la niña se abraza a Ely, y para un ratito mientras la limpiamos, o cuando ya se pone muy rebelde, vestimos a Ely con el pijama del bebé que se muere de la risa, al ver al elefante con su ropa.
A pesar de que muchos de los muñecos y peluches están repetidos, no escasean las ocasiones, en que las niñas prefieren tener el muñeco de su hermana al suyo propio. No sé bien el motivo, porque de momento no están muy destrozados, ni estropeados. Tiene que ser algo que pertenece a la esfera más íntima del individuo, y que le dice "que bonito es el juguete de tu hermana, es igual que el tuyo, pero debes tenerlo" " es tu tesooooro" . En esos momentos gollum la pelea esta servida. Se sienten poseídas por el espíritu de las focas de los documentales, y se lían a darse bocados sin dientes. En muchos casos confunden su mano u otra extremidad, con la del contrario, y se acaban dando un mordisco a ellas mismas, después lloran y no sé si consolarlas o echarme a reír.
Todavía no han descubierto el potencial de las manos y no se tiran de los pelos, pero supongo que es cuestión de tiempo, y de que les crezca el pelo, claro está. ¡Ay Dios mio, la de broncas que voy a echar!. Acudiré a la típica frase "¿No he visto dos hermanas que se peleen más!", seguido de un "¿No os da vergüenza?". Dentro de dos días vienen los Reyes, y seguro que la invasión de juguetes continuará... ¿donde nos iremos a vivir?
No los he contado, pero prometo hacerlo y aportar una fotografía acreditativa de lo que digo. A groso modo, yo diría que entre los que han heredado de su madre (yo), y los que tienen ellas, debemos estar muy cerca de los cien. Muchos de ellos los hemos puesto encima del armario donde las niñas no pueden alcanzarlos, y los demás aparecen y desaparecen constantemente.
Entre los peluches hay categorías. Los más importantes, los que no pueden desaparecer ni cinco minutos son los hipopótamos suavecitos que les regaló María Eugenia. Son a los que se abrazan cuando tienen sueño, y claro, si alguno de estos falla, los llantos están asegurados. Cuando hay que lavarlos van rápidamente a la secadora, como si se tratase de una prenda imprescindible, y puede que para estos bebés a los que les cuesta tanto trabajo dormirse lo sean. Los hipopótamos acudieron como invitados estelares incluso al bautizo de las niñas, porque son como Scoth Brite "no pueden estar sin él"
Ha crecido la importancia de otros peluches como Ely, un super elefante mochila de la factoría Pocoyo, que es casi tan grande como ellas. Este tiene gran utilidad en los cambios de pañal, pues la niña se abraza a Ely, y para un ratito mientras la limpiamos, o cuando ya se pone muy rebelde, vestimos a Ely con el pijama del bebé que se muere de la risa, al ver al elefante con su ropa.
A pesar de que muchos de los muñecos y peluches están repetidos, no escasean las ocasiones, en que las niñas prefieren tener el muñeco de su hermana al suyo propio. No sé bien el motivo, porque de momento no están muy destrozados, ni estropeados. Tiene que ser algo que pertenece a la esfera más íntima del individuo, y que le dice "que bonito es el juguete de tu hermana, es igual que el tuyo, pero debes tenerlo" " es tu tesooooro" . En esos momentos gollum la pelea esta servida. Se sienten poseídas por el espíritu de las focas de los documentales, y se lían a darse bocados sin dientes. En muchos casos confunden su mano u otra extremidad, con la del contrario, y se acaban dando un mordisco a ellas mismas, después lloran y no sé si consolarlas o echarme a reír.
Todavía no han descubierto el potencial de las manos y no se tiran de los pelos, pero supongo que es cuestión de tiempo, y de que les crezca el pelo, claro está. ¡Ay Dios mio, la de broncas que voy a echar!. Acudiré a la típica frase "¿No he visto dos hermanas que se peleen más!", seguido de un "¿No os da vergüenza?". Dentro de dos días vienen los Reyes, y seguro que la invasión de juguetes continuará... ¿donde nos iremos a vivir?
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