EL DIENTE

Sonrisa encantadora, Julia...
Mi madre insiste en que no abandone este blog, que el hecho de verlas crecer es hermoso y debería continuar contando como nos va la vida. Casi seguro que tiene razón pero estoy demasiado cansada la mitad de las veces como para continuar contando cosas sobre Julia y Patricia.
Ahora van a primero de primaria y tenemos muchísimo trabajo, a veces más del que me parece razonable para unas niñas de seis años. Demasiadas tareas muchos días, pero creo que ellas las afrontan con más dignidad y entereza que su madre.
Este fin de semana hemos tenido una novedad que me ha provocado sentimientos encontrados: Julia perdió su primer diente. Sí, uno de los dientes de abajo, posiblemente el primero que le salió cuando tenía nueve meses. Por un lado me sentí contenta por ella que estaba tan ilusionada, por otro, me sentí invadida por tristeza al comprobar que están creciendo a un ritmo exagerado. Me cuesta asumirlo, no pensé que un insignificante diente pudiera hacerme echar tanto de menos los últimos seis años. Me duele mirar sus fotos y a penas reconocerlas en esos bebés de rostro redondo, ojos grandes e inmensa sonrisa. Pero lo cierto es que sigue siendo una niña, una niña que necesita de sus padres y la pérdida del diente no cambia eso ni un poco. Es feliz y yo debería sentirme así también, pero me escuece, me escuele la nostalgia. Pongo buena cara y sonrío,  pongo buena cara y buscamos una cajita donde esconder el diente bajo la almohada para que el Ratoncito Pérez pueda cumplir su misión. Pongo buena cara y la veo  nerviosa, excitada como si de una noche de Reyes se tratase. Su hermana le sonríe y mira con alegría y fastidio por no ser ella la agraciada. Pasa el tiempo y no es capaz de dormir, se mueve excitada, cierra los ojos con fuerza, esperando que alguien venga a recoger su diente y a dejar algún regalo.
Por la mañana sigue metiendo la lengua en el hueco que dejaron sus dientes, y me dice "mi lengua se va de paseo, va a hacerte una foto, mira, mira"... se ha olvidado del Ratón y su recompensa y sólo piensa en que pronto tendrá un diente nuevo. Le recuerdo que tal vez haya una sorpresa bajo la almohada y así es... Patricia mira de nuevo entre fastidiada y contenta. Sabe que pronto será su turno y yo volveré a sentir que el tiempo se me escurre entre los dedos y que la tristeza me pega otro bocado en el corazón.

LORAX

Estas vacaciones nos hemos quedado en casa y aprovechamos para ir al cine (entre otras muchas cosas). Vimos juntos "Lorax: en busca de la trúfula perdida", basada en la obra de Dr. Seuss. Lo pasamos muy bien. La película contiene mensajes a diferentes niveles: ecológico, de moderación del consumismo... y también una comicidad simple, de esa que encanta a los niños (y a los adultos aunque no lo reconozcamos). Julia se tronchaba de la risa, con los ositos, los peces cantarines y demás. Patricia, también lo pasó muy bien, aunque fuera menos expresiva en sus reacciones. Cuenta la historia de un chico de doce años, enamorado de su vecina, que desea tener una árbol de verdad, en una ciudad completamente sintética. Para conseguirlo escapa de la ciudad y se encamina a una oscura casa, donde espera que le cuenten qué sucedió con los árboles. Es necesario destacar la presencia de Danny DeVito que presta su voz al Lorax en su versión en castellano, un esfuerzo meritorio, aunque al principio se nos haga algo difícil escucharlo. Una película para disfrutar en familia. 

JULIA Y SU CODO

Viernes en urgencias, mira que carita de pena.
Bueno, no empezamos el año con buen pie, mejor dicho con buen codo. El viernes en el colegio, Julia se cayó sobre su brazo y desde entonces tiene una férula puesta, aunque todavía no han determinado si padece fractura, fisura o contusión fuertota. Casi seguro que hoy salimos de dudas. De momento la pobre arrastra su brazo y cabestrillo con  disciplina y dignidad. Además eso de ser centro de atención de sus compañeros, creo que tampoco le desagrada. 
Se maneja bien con la mano izquierda (la que no tiene escayolada), come casi todo sola, juega con las piezas de construcción y las recoge, lee cuentos, pinta un poco (pero no puede escribir)... Eso sí, hay que acompañarla al servicio, ayudarla a vestirse, adecuarle la ropa. Pero no está mal.