Las niñas quieren andar. Durante mucho tiempo han estado confinadas a su pequeño parque infantil compartido. Ya es momento, ya llegó la hora. Tras recorrer los pasillos de nuestra casa, de la de los abuelos, por fin hemos dado el paso, y nunca mejor dicho.
Ayer salimos cargados con los andadores, son una especie de correas que sujetan el cuerpo de las niñas, para facilitarles o mejor dicho, facilitarnos estos primeros pasos, y evitar golpes a las andarinas, y desriñonamientos a los padres.No sólo llevábamos los andadores, aferrados por el optimismo, también llevábamos la silla de paseo, y bolsas donde estaba la merienda, cucharas, babis, pañales...Ibamos cargaditos.
Cada uno sujetó con una mano el mango del carro de paseo, y con la otra el asa del andador, del que pendía una gemela. Parecían dos marionetas recién posadas en una superficie que les fuera del todo ajena, andando con pasos artificiales, hasta que se hicieron al material.
Ayer salimos cargados con los andadores, son una especie de correas que sujetan el cuerpo de las niñas, para facilitarles o mejor dicho, facilitarnos estos primeros pasos, y evitar golpes a las andarinas, y desriñonamientos a los padres.No sólo llevábamos los andadores, aferrados por el optimismo, también llevábamos la silla de paseo, y bolsas donde estaba la merienda, cucharas, babis, pañales...Ibamos cargaditos.
Cada uno sujetó con una mano el mango del carro de paseo, y con la otra el asa del andador, del que pendía una gemela. Parecían dos marionetas recién posadas en una superficie que les fuera del todo ajena, andando con pasos artificiales, hasta que se hicieron al material.
Poco a poco, con cada paso que daban, fuimos recorriendo un parque largo, como si fuera lo más normal del mundo. Perseguimos bicicletas, niños, palomas, observamos los columpios y toboganes, nos abrazamos a una palmera, pisamos el césped para acercarnos a una fuente (poco cívico lo sé y no tengo excusa más allá, del placer que me produce verlas felices con tan poco). Observamos todo lo que nos rodeaba desde otra perspectiva.
Hubo algo que les llamó llamó la atención sobremanera: el suelo. Lo miraban con atención, como si fuera la primera, querían pisarlo, tocarlo, y se paraban, ante baldosas rojas, grises, normales (de ese color claro sucio que no se definir, no es blanco, ni beige, es color baldosa de parque). Prestaban más atención si estaba mojado. Y que decir de la cantidad de guarrerías que lo pueblan; chicles, pipas, bolsitas de plástico, pellejos de los altramuces. Todos eran tesoros, que provocaban no pocos gritos de sorpresa y satisfacción. También las tapas de registro de electricidad, semáforos, alcantarillas, fueron objeto de admiración, por parte de estas dos caminantes. Creo que nunca el suelo fue tan admirado como en el día de ayer. La indiferencia, con la que lo tratamos a pesar de su dura, sucia y pesada labor, se tornó , con la ayuda inestimable de dos pares de ojos nuevos, en una completa admiración hacia el más pequeño de sus elementos. Un universo esperando ser descubierto. Lo que son las cosas.
Hubo algo que les llamó llamó la atención sobremanera: el suelo. Lo miraban con atención, como si fuera la primera, querían pisarlo, tocarlo, y se paraban, ante baldosas rojas, grises, normales (de ese color claro sucio que no se definir, no es blanco, ni beige, es color baldosa de parque). Prestaban más atención si estaba mojado. Y que decir de la cantidad de guarrerías que lo pueblan; chicles, pipas, bolsitas de plástico, pellejos de los altramuces. Todos eran tesoros, que provocaban no pocos gritos de sorpresa y satisfacción. También las tapas de registro de electricidad, semáforos, alcantarillas, fueron objeto de admiración, por parte de estas dos caminantes. Creo que nunca el suelo fue tan admirado como en el día de ayer. La indiferencia, con la que lo tratamos a pesar de su dura, sucia y pesada labor, se tornó , con la ayuda inestimable de dos pares de ojos nuevos, en una completa admiración hacia el más pequeño de sus elementos. Un universo esperando ser descubierto. Lo que son las cosas.
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