Ayer, mi querida Julia, estaba decidida a caerse. Tal empeño tenia, que lo hizo dos veces. La primera vez, a mediodía, a la hora de comer, se cayó de sus propios pies, cuando íbamos andando por la calle, y se rajó un poco el labio. Por la tarde, cuando íbamos a ver a mi madre, que todavía se recupera de su operación de cadera. Tropezó con mi pierna, reboto contra la puerta de la entrada, y sangró por la boca otra vez. Se le había roto el frenillo. Su padre y yo nos quedamos blancos como la pared. Dejamos a Patricia con mis padres, y fuimos a urgencias. Al final, resulta que soló fue el susto. Que no pasa nada porque se le rompa el frenillo, no hizo falta darle puntos ni nada.... uf. ¡Que alivio!. El pediatra, un hombre cercano a la cincuentena, me decía una y otra vez "estate tranquila, estate tranquila", y yo pensaba que aparentaba cierta tranquilidad... , en fin , se ve que no. Soló , le teníamos que dar un polo para que le bajara la hinchazon
Lo cierto es que la niña se quedo tranquilisima, y su padre y yo con un mal cuerpo espantoso, acabamos tomando dos tilas, y casi sin cenar, porque no eramos capaces de quitarle ojo.
Es que cualquier cosa que les pase a ellas, te duele más que si el afectado fueras tú ¡qué cosas!.
¡Julia, no vuelvas a caerte! Cachito de carne mía, no se te ocurra hacerte daño otra vez.
Yo sé que tienen que caerse y hacerse heridas. Lo entiendo, lo racionalizo, pero, ¡joder como duele!.
1 comentario:
Gracias por tu visita ANAB.Primeramente déjame decirte que en efecto cómo duelen los tropiezos de los peques, pero estos se acrecientan con el pasar de los años. Tengo 2 críos una de 12 y uno de 7 y no t imaginas!!!los golpes en la boquita y en general la cara y cabeza siempre son escandalosos y más cuando hay sangre. Te dejo un abrazo y respecto a la historia de Natasha,sí ese es su nombre pero nunca estuvo en casa,afortunadamente aparecieron sus dueños. Yo tengo 3 salchicas y con ellos me basta,jaja,ja.
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