EL SUEÑO DE JULIA


Ruego a los señores D. Valentín García Yebra y Guillermo Rojo, que se preparen; la competencia les acecha. Julia quiere hacerse con sus sillones.
Así es, hace poco, una de esas mañanas en las que uno anda con prisa, fuimos a despertar a las niñas. Cogí en brazos a Julia y le pregunté qué tal noche había pasado. Con los ojos cerrados, me contestó un adormecido "biennn". La besé y por pura rutina continué preguntando "¿Soñaste algo?". Debí llamar su su atención , porque por fin se dignó a mirarme, sonrió y contestó: "Soñé que era la letra N y vivía en un cuento". Me hizo mucha gracia y no pude resistirme a continuar preguntando, pero las explicaciones no han pasado de ahí. Al parecer, Julia era una letra y vivía muy feliz dentro de un cuento.
Fue curiosa su elección, por dos motivos. Por un lado, en el Colegio solo han dado las vocales (aunque reconocen casi todas las letras del abecedario), por otro, tanto Julia como Patricia, siempre buscan y prefieren la inicial de sus respectivos nombres frente a cualquier otra letra.
No he conseguido sacar nada más de ese sueño, que al parecer se repite de vez en cuando. Aunque estoy convencida de que esta reiteración se debe a que le hace gracia la curiosidad que muestro.
Ahora es cuando muchos se preguntan ¿Quiénes son D. Valentín García Yebra y D. Guillermo Rojo?, ¿por qué deben temer el sueño de Julia? Veréis, estos señores son los Académicos de la Lengua española que ocupan los sillones "N" y "n" (N mayúscula y n minúscula) en la academia, y deben andarse con ojo, porque en una interpretación enloquecida y gratuita del sueño de la niña, llego a la conclusión de que el inconsciente de mi hija de tres años desea ocupar su lugar en la institución. Sí, sí, es broma. Esta interpretación de sueños es tan tontorrona como otras, pero nos dota de empaque intelectual, ¿no creéis?.
No digan que no están advertidos, estimados señores, si ven a una niña de tres años con gafas cerca de sus asientos, pónganse serios, nunca se sabe por donde saldrá. No se dejen engañar por su simpatía, vivacidad y charla afable.
En fin, espero que Julia acabe soñando un cuento divertido, o una novelita curiosa. No todo van a ser terrores nocturnos, ¿verdad?


PD. Un saludo a quienes se toman el trabajo e interés de pulir y cuidar nuestra lengua y a quienes acercan la cultura a nuestros niños.

LAS COSAS DE PATRICIA


Una de las máximas que debe caer por los suelos ya, es esa de que , "los niños y los borrachos dicen la verdad"...¡ja! me río por lo que a los niños se refiere. Dejad que os cuente. Resulta que el otro día íbamos a "sobeticidad" (entiendase psicomotrícidad. Actividad que nos hemos buscado las tardes de los martes jueves y viernes para correr, saltar...) y cuando salimos del portal Patricia que iba cogida de mi mano, me mira, pone ojos de pícara y grita "¡Mamá, mamá cógeme, que no quiero irme con esta señora!, ¡Mamá, mamá! ¡no quiero ir con esta señora!" Imaginaos la cara que se me puso.No sabía si echarme a reír o montarle un pollo del copón. La miré de arriba abajo y me me escapó la risa mientras le solté una barbaridad del tipo "la madre que te parió, que a gusto se tuvo que quedar" (es lo que largo por la boca en momentos de angustia y desesperación). Riéndonos, nos fuimos las tres a clase, mientras yo no pensaba que, si alguien le hubiera hecho caso me hubiera dado un síncope.
Claro que, igual que ha desarrollado un sentido del humor peculiar, también he de reconocer que decir que tiene un corazón de oro. El otro día me pidió cinco galletas para llevar al cole y comer a media mañana. Las llevó en la mano todo el camino y al llegar a la puerta de clase me dijo: "Mamá, coge tres y te las comes en el despacho, cuando tengas hambre". ¡Ahí queda eso!. Cogí las galletitas, me las guardé en el bolso y a eso de las doce les di un bocadito con todo mi amor, recordando a mi gentil proveedora.
Pues eso, una de cal y otra de arena. Así son los niños. Así es la vida.

ADIOS CHUPETE, ADIOS.


Hace unas semanas leí en el blog de Mar, "diario de unos mellizos y uno más", que Pau había dejado el chupete. Yo le comenté que para mí ese día todavía estaba lejos. Más me valía haberme callado. Hace casi dos semanas que hemos dejado el chupe y además la iniciativa fue de la chupeteadicta Julia.
Hacía tiempo que se quejaba porque los chupes le raspaban la lengua. Así que, aprovechando que al Pisuerga pasa por Valladolid, le dije que, a lo mejor esas molestias se debían a que ella ya era mayor para llevarlos. Julia razonó, y llegó a la misma conclusión. Se lo quitó de la boca y me dijo que era muy grande para el chupete. Nos lo dio y se durmió sin él. Su padre y yo nos hicimos cruces, no nos lo acabábamos de creer. Pensamos, "esta se va a poner a pedir el chupe de aquí a dos horas, ya veras...". Segundo error. No dijo ni pío.
Al día siguiente la cosa fue distinta. Nada más levantarse acudió al cajón donde les guardo los chupes, y como un fumador empedernido, empezó a tocarlos con cara de deseo hasta que se llevó uno a la boca. Cuando la miré seria, diciendo "Oye, ¿no que eras muy mayor para eso?" me miró con ojitos de pena y dijo "Pufff, mamá es que tengo unas ganitas de chupe", me hizo muchísima gracia, pero no le so dejé.
Dos o tres veces la he sorprendido llevándose un chupe a la boca, pero en el momento en que le recordamos que íbamos a dejarlo, lo ha plantado sobre la mesa. La pobre Julia está dejando dejando el chupe con todo el dolor de su corazón de adicta a los chupetones. Le doy alguna chuchería, le canto nanas, o le acaricio la cabecita hasta tranquilizarla (casi siempre las tres cosas) y ya han pasado casi dos semanas. Ahora, llevan dos días sin echar siesta y no piden nada, caen mortales a eso de las nueve de la noche.
A Patricia no le ha costado ningún trabajo. Creo que el chupe lo llevaba más por imitación que porque realmente le gustase. No siente "ganitas de chupe".
Cuando llevaban cinco días sin chupete les dimos un premio: una muñequita (muy fea) que ellas eligieron. Una semana después no se acuerdan de la muñeca, ni del chupe. A lo mejor sólo había que esperar hasta el momento oportuno.