VOY A TOMARME UN CAFÉ, ¿TE IMPORTA ESPERAR?

Ayer fuimos a vacunar a las gemelas, con cierto retraso sobre el calendario oficial, achacable únicamente al pánico que siento cuando tengo que ir a pincharlas a las dos, y no tengo quien me acompañe. Esa falta de compañía se debe al exceso de carga laboral que hemos heredado tras la huelga de Justicia, y que ha impedido que la otra mamma, pudiera venir. Al final, tiré de abuelos, y los cinco nos fuimos al Centro de Salud.
Quiero hacer un inciso, un paréntesis para que os hagáis una idea, de la falta de control que el Servicio Extremeño de Salud, tiene en ciertos ámbitos, no sé si en todos. Cuando nacieron las niñas, iban a vacunarse al Hospital Materno Infantil, allí iban todos los niños, estaba centralizado, por así decirlo. Imagino, que con la mejor intención del mundo alguien pensó que sería mejor que los distintos Centros de Salud de cada zona tomasen esa función, y así sucedió. Un día fui ponerles una vacuna, y me dijeron que ya no era el sitio adecuado. Localicé el centro que me correspondía (nosotros tenemos una compañía privada), y allí fuimos. Cuando llegué me dijeron que era necesario pedir cita, que por ser la primera vez me atendían, pero que pidiera cita. Eso hice, durante unos cuantos meses. De repente dejó de ser necesario pedirla, pero claro, nadie me avisó. Tampoco me importó. Cuando fuimos a inyectarles la Prevenar, me dijeron que al ser una vacuna no obligatoria, tenía que llevar la prescripción del pediatra que las trataba. Eso hice. Así hasta ayer.
El horario de vacunación es de 9:30 a 10:30 de la mañana. Llegamos a eso de las 10, la primera consulta de enfermeras estaba vacía, también las dos contiguas de los pediatras. Llegamos a la cuarta sala, de donde salía una chica, con un bebé en brazos, y una señora rubia. Pregunté, "¿Las vacunas se ponen aquí?" (y es que con tanto cambio no sé nada). " Sí, pero voy a tomarme un café, ¿Te importa esperar?". Y cosa increíble en mi, le dije "Sí, me importa porque tengo que ir a trabajar". Lo dije de forma tan natural y educada, que a la señora no le quedo otra que dar marcha atrás y atendernos. Pero su "venganza" (entiéndase en tono jocoso) estaba servida, les puso la vacuna obligatoria, pero cuando le entregué la famosa Prevenar, me dijo que ellos no se la ponían, le acompañé la prescripción del médico, y me dijo que no era su responsabilidad, que no la ponían, que lo hicieran en mi clínica, y que tendría que esperar un mes antes de hacerlo. ¡Chúpate esa!.
Pues bien, dos cosas me molestaron:
  • Por un lado el descaro de dejar todas los "boxes" vacíos (en cuatro salas no había ni una enfermera), y decirme con el mayor descaro del mundo que sale del centro para irse a tomar un café. O lo que es lo mismo, voy a estar fuera al menos media hora, te voy a tener esperando en compañía de dos bebés nerviosos, y encima no te invito...No sé, la desconsideración del funcionario a quien ha de soportarlo, proviene desde el momento en que se creó la función pública, y no parece que pueda solucionarse de forma alguna.
  • Que se cambien los criterios con los que se actúa de una vez para otro. En menos de un año y medio, han introducido cinco cambios. Espero, deseo, que estos cambios sólo afecten a la vacunación, que esta improvisación constante, no afecte al resto de la Sanidad Pública, porque desde luego, si es así, vamos apañados.
Podría agarrarme a eso tan socorrido de "no sé a donde vamos a ir a parar", pero está tan manido que carece de significado . Paciencia, educación, y claridad a la hora de plantear las cosas, no creo que nos quede mucho más, salvo acudir al libro de reclamaciones, si es que existe. No quiero ni pensar que va a pasara los seis años, cuando les toca la próxima vacuna de calendario. Lo mismo hay que hacer una peregrinación previa a Fátima o algo por el estilo.

Saludos vacunados

PATRICIA LA ESCALADORA




Día tras día y semana tras semana, sobre las dos y media del medio día, llegamos, después de un breve trayecto a pie, del trabajo a casa. Allá nos esperan mis padres con las gemelas entretenidas con cualquier juguete. Se van los abuelos, y Julia y Patricia le tiran besos mientras se cierra la puerta del ascensor. Toca después decidir qué comer. Cuando estamos sentados con los platos sobre la mesa, las gemelas, hormiguean a nuestro alrededor probando nuestra comida. Después de recoger las acostamos en sus cunas, y nosotros regresamos para relajarnos en los sillones y ver cualquier cosa en la televisión. Es frecuente que cualquier gemido o queja provoque que nos levantemos, acercándonos a su habitación para ver quée peluche o chupete ha caído fuera de la cuna. Hoy, me tocó interrumpir ese ratito de relax que nos permiten nuestras criaturitas, y apenas cruce la puerta de la salita encontré a Patricia andando en calcetines por el salón. El corazón casi se me salió por la boca. Había escalado desde el interior de su cuna apoyando los pies en los protectores que cubren los barrotes, y superada la barandilla, había saltado a la cama que está justo a su lado para después resbalarse hasta el suelo (no quiero pensar qué hubiese ocurrido si en lugar de caer sobre esa cama hubiese saltado directamente al piso). Llamé a Anabel a gritos, diciéndole algo así como mira donde está la niña. En el instante que tardo la madre en llegar alarmada, la escaladora echó a correr dándome la espalda, sabiendo, sin duda de su travesura.

La devolvimos a su habitación, y Julia miraba con curiosidad a su hermana, empeñada ahora en ponerse los zapatos. Quitamos las protecciones a la cuna y la metimos nuevamente dentro. A los quince minutos estaba dormida. Sin duda, tanta aventura la había cansado.

PASODOBLE

Un sábado por la mañana en el Paseo de San Francisco. Actua en el Kiosko de la música una banda.

LAS GEMELAS COGEN UN LÁPIZ



A pesar de que no me siento hace ya demasiado tiempo delante de una página en blanco, como si fuese una pulsión, dibujo sobre cualquier papel que cae en mis manos. Mi seria agenda llena de señalamientos, citas y llamadas telefónicas, está llena de pequeños dibujos que hago sin darme cuenta. Hoy las niñas, con algo más de dieciocho meses han garabateado en un papel. A su edad, es dificil mantenerlas concentradas en algo, pero aquel juego las ha entretenido buena parte de la mañana. El motivo de esta entrada no sé si se debe al orgullo que siento de su atracción por el papel, o a pensar que, al igual que las gemelas, sigo sintiendo esa infantil atracción por hacer garabatos en un papel.

pd. la leyenda que aparece en la camiseta de Patricia es "My mummy and I agree: Daddy is charming"

EL SÍNDROME DE CAPERUCITA.



Las niñas tienen un año y medio, y han comenzado a padecer, mejor dicho, a hacernos padecer, "El síndrome de Caperucita". ¿En qué consiste? Básicamente, en que hacen su santa voluntad, que esta suele consistir en hacer lo que resulte más peligroso para ellas.
Ya no me vale decir, vamos aquí o allí. Ni hablar. Ahora, si les gusta donde vamos, vale, pero en caso contrario: el berre, la negativa, y consiguiente protesta están aseguradas. Ya saben que quieren ponerse las zapatillas para andar por casa, que no quieren perder más tiempo poniéndose leotardos y zarandajas por el estilo, y eso es lo de menos.
Eso no es lo que me preocupa, lo que me asusta de verdad, es que siempre escojen el camino más difícil, y peligroso para hacer las cosas. Para llegar a un rincón de la casa, tienen que ir a través de la zona más estrecha, que además será donde se encuentren casi todos los enchufes. Si hay que perseguir a una paloma, lo harán por donde puedan caerse con más facilidad, y si deciden subirse a algún sitio, lo harán al más inestable que encuentren.
Y pienso yo, que eso, ni más ni menos era lo que hacía Caperucita Roja, su madre le dijo
"hija mía, no vayas por el bosque", y ella, ignoró a su santa madre, e hizo lo que le dio la gana. Para que luego los Grimm y compañía le echasen la culpa al Lobo. Pues no, aquel mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo (según el diccionario RAE), fue una víctima más de la arbitraria voluntad de esta jovencita aficionada a los disfraces. Ella decidió ir por el peor camino, charlar con el lobo, apostar con él, decirle a donde iba, jugar a ver si era o no la abuelita (Caperu, chica si no te diste cuenta, cuando entraste la casa de tu abuela, de que era un lobo como un castillo, es que ves menos que una foto en un baúl), y encima insultarlo diciéndole que tenía una boca muy grande. ¿Quien provocó el conocido incidente? ¿quien? Yo os lo diré, Caperucita.
Pues bien, como la niña del cuento, mis gemelas han decidido que ellas tienen voluntad propia y van a ejercerla, sin importar los peligros que nos acechen. El libre albedrío ha hecho presa en mis gemelas. ¡Que Dios nos coja confesados!.

EL BALANCÍN CASERO

tarototo


Julia es coqueta, parece mentira que una zagalina tan pequeña pueda serlo tanto. A pesar de aún no tienen suficiente pelo para utilizarla, le encanta adornarse con diademas. En navidades les compramos unas a las que había unidas unos simpáticos cuernos de arce. Desde esa fecha están en el cajón de los juguetes, y cuando la ve, inmediatamente se la coloca. A veces, se sienta y se empeña en ponérsela a los peluches. Hoy se la ha puesto a un cerdito de peluche y en uno de los meneos que le ha dado al muñeco se ha caído uno de los cuernos. Se ha puesto a llorar y entre hipidos, decía roto, tarototo. No hemos podido evitar una sonrisa, pero… comprendo que hoy ha llegado a entender que las cosas no permanecen invariables y me da un poco de pena.

BUSCANDO A "OFFO" DESESPERADAMENTE o SIN "OFFO" NO HAY PARAÍSO



Los hechos que se relacionan en la presente entrada son totalmente verídicos. Las personas y nombres serán ciertos, porque total, como ya me conocéis, me da igual hacer un poco más el ridículo.
Badajoz, 5 de mayo de 2.008, a las dos y media de la tarde, aproximadamente, llegamos a casa. Todo parecía normal, los pajaritos cantaban, las gemelas estaban en casa con sus abuelos, y parecían felices, de hecho lo eran. Despedimos a nuestros sufridos niñeros. A nosotros nos quedaba el convencerlas para irse a echar la siesta, por eso las llevamos a la cuna, acarreamos chupes ("pipis", en lenguaje gemelar), y buscamos los "offos". Os preguntaréis, ¿qué son los offos?.Son dos peluches, con forma de hipopótamos, suaves y blanditos, a los que ya me he referido en alguna otra entrada, y que a pesar de haber perdido color con los lavados, no han desmerecido en protagonismo desde que se los regalaron. Los offos, nos han acompañado al bautizo (véase foto), cumpleaños, alguna cena familiar, y por supuesto, todas, todas, todas (sé que me repito), las noches a dormir. Cuando además descubrimos las bondades de la siesta en la cuna, Offo estaba allí, dispuesto siempre a dar compañía.
El caso, es que ayer, a medio día, uno de los offos no aparecía, y comenzó la búsqueda. Las "mammas", nos pusimos manos a la obra buscamos debajo de las camas, de los sofás, detrás de las puertas, en el arcón de los juguetes, en la lavadora, en las cuerdas de tender, en la secadora, en los armarios, en cada rincón de la casa, ... y no dio resultado. Offo no aparecía.
Como quiera que el otro Offo, había aparecido en la silla de paseo, pensamos que tal vez se lo habrían llevado, y llamamos a los abuelos, que negaron la máxima.
-Sólo salió un oso de casa-dijo el abuelo
-No, oso no, offo- dijo el papá
-Pues eso, que solo una, saco el oso de casa, el otro se quedó allí.
Las niñas lloraban en la cuna, al menos Patricia, que se había quedado sin offo en el reparto "siestero". Pero como ya se sabe que más vale maña que fuerza, engañó a su hermana, y consiguió hacerse con el offo, y los dos ositos del sueño, que les regalaron cuando eran bebés.
Rendidas ambas combatientes, sólo nos quedaba una salida, buscar a Offo otra vez. Y en esas me puse, manos a la obra. De nuevo busqué debajo de las camas, cunas, sofás, entre los cojines, detrás de las puertas, en el arcón de los juguetes, en la lavarora (saqué la ropa), en las cuerdas de tender, bajo la mesa del comedor, detrás de las cortinas, ufffffffffff....no, no aparecía Offo. ¿Habría huído?. Decidida a saber más, llamé a Puri, que es quien limpia la casa los lunes y jueves. Ella me dijo, que creía haberlo visto sobre el arcón de los juguetes. Yo miraba y miraba, y no lo veía. ¿Me estaré volviendo loca?

A las siete de la tarde tomé una determinación, no iríamos a ver a la abuela lesionada, nos ibamos a buscar un nuevo Offo. En mi mente, la noche que se avecinaba, sin Offo, me provocaba un ataque de pánico. Ni corta ni perezosa, me fui a la tienda donde lo habían comprado. Y me emocioné, cuando vi a un primo de Offo, más limpio, de colores más vivos, pero que podía dar el pego..., o eso creí yo, hasta que lo cogí, y vi que le habían metido en las tripa, una máquina de música, para que sonaran nanas cuando le tiraran de la cuerda. Pensé, en convertirme en Jack el Destripador, por un momento, rajarlo, sacarle la máquina, coserlo, y dejarlo como si tal cosa. Pero en honor a la verdad, hay que decir, que yo de sastre tengo más bien poco, por no decir nada, y para mi esa labor que puede parecer tan tonta, era como el Escorial.
Animada por mi buena suerte que me había llevado a encontrar a un primo de Offo enseguida, decidir acudir a otra tienda, para ver si el genuino Offo, se encontraba allí. Con el carrito y las gemelas, fui a diez tiendas más y no dí con Offo. Los goterones de sudor me caían por la frente, y sé si era por lo que corrí por la parte antigua de Badajoz, entre aceras estrechas y coches mal aparcados, o por el sentimiento de pánico que me invadía. Llamé al padre de las criaturas, que se ofreció para ir a por el primo de Offo, o al Corte Inglés, remedio último de todos nuestros males adquisitivos (¿o son el problema en realidad?).
Nos encontramos en las inmediaciones del Corte Ingles, y cogimos el ascensor express, hasta la Sexta Planta: Juguetería. Allí..., allí no había familia alguna de Offo, ni padre, ni primos, ni na' de na'.
Pasamos al Plan B búsqueda de dos sustitutos. Sí , deben ser dos, porque si sólo compras uno, se pelearían y acabarían echando de menos al sustituído. Buscamos, y dimos con un candidato adecuado: Don Perro. El nombre no es original (se me da fatal poner nombres). Don Perro me pareció adecuado, porque tenía una especie de bombín azul aterciopelado, que le confiere cierta distinción, de ahí el Don. Lo de perro es obvio.
Más contentas que unas pascuas y sin saber que pasaba, las gemelas se fueron para casa. Durante todo el camino fuimos haciéndoles ver lo bonito que era Don Perro, aunque en nuestro interior, sabíamos que a la hora de la verdad, iban a reclamar a Offo, no perdíamos la esperanza. Durante la cena, le mordieron los morritos a los peluches, señal inequívoca de estar encantadas con ellos. Nos íbamos relajando, pero no las teníamos todas con nosotros, así que papá, se puso otra vez a buscar a Offo, con idéntico resultado; el peluche se había evaporado. Era sin lugar a dudas un caso para Iker Jimenez.
Resignados, estábamos a punto de pasar a ponernos el pijama, cuando sonó el timbre de la puerta. La otra mamma fue a abrir y....sí, ahora sí, era nuestra vecina Magdalena, con OFFO.
Magdalena, es amiga de los abuelos desde. Habían ido a verla con las niñas por la mañana, y las gemelas se habían llevado a sus offos, pero cuando vieron la ciclostatic del marido de Magdalena, lo dejaron para montarse, y allí quedó el pobre peluche, en una habitación con dos camas individuales, acompañado por un super oso pardo y una bicicleta estática. Hasta que la buena samaritana lo vio, se acordó y pensó que lo mismo las niñas lo echaban de menos.
Caras de alegría y alivio en toda la casa. Por fin íbamos a dormir como todas las noches; mal. Sí, pero con Offo.

PD:Offo no ha vuelto a salir de casa. Don Perro ha sido bien aceptado, y ayer mismo tuvo que meterse en la lavadora porque lo habían llevado de paseo.

EL DÍA DE LA MADRE (CON RETRASO)

Sí, con retraso, que esta vez no es achacable a las niñas. La culpa es del router, o el modem, o lo que sea eso, que me ha tenido desde antes del puente sin internet. Pero, me aplicaré el dicho popular, aquello de más vale tarde que nunca.
El día de la "mamma", comenzó con un saludo entusiasta, la otra mamma (que está empezando a ser papá, según Patricia), escuchó a las gorditas y fue a por ellas, mientras yo me hacía la remolona en la cama. Allí se presentaron las dos, con sus zapatillitas de la "fló"(niñas dixit), y en cuanto me vieron, empezaron a gritar, no para felicitartme, sino para que las subiera a la cama. Se revolucionaron cada vez más, intentando agarrarse a los barrotes de mi lecho (una cama de madera de principios del siglo pasado, heredada de mi tío-abuelo Antonio). Una vez conseguido su objetivo empezaron a balancearse como King-Kong tras las rejas, así que decidí que mejor sería irnos a preparar los biberones los cuatro juntos. Dicho y hecho.
A partir de ahí, el día comenzó a rodar con la normalidad y tranquilidad que rige los fines de semana. Hicimos visitas familiares a las abuelas, a darles sus regalos, paseamos, se montaron a caballo en los hombros de sus "mammas". Comieron galletas, aspitos, patatas fritas hechos trocitos pequeñitos. Tosieron, moquearon. Tomaron el sol..., y se bañaron con su mamá (sí, conmigo). ¡Bien!. Casi nunca nos bañamos juntas, pero el domingo hicimos una excepción, en aras a la concordia familiar. Establecimos turnos y lo pasamos muy bien. Les lavé la cabeza, el cuerpecino entero, pero desde otra perspectiva, que no suelo tener. Ellas consintieron hasta sentarse en la bañera , seguras como estaban con mi presencia. Nos salpicamos, jugamos con el agua, con el pato que está en la bañera, con esponjas y tapones.
Así, mi segundo día de la madre, fue un día en que hicimos cosas de esas, que por cotidianas, no reciben la atención que merecen, y que a pesar de todo nos dejan felices, satisfechos a última hora de la noche, justo cuando te vas a la cama.
¡Feliz día de la madre a todas ! Con retraso.