CURA DE HUMILDAD PARA VEINTEAÑERAS: TODAS PODEMOS SER SEÑORAS.

Pensaba hacer una entrada seria que tratase el estado lamentable en que se encuentran los parques infantiles de Badajoz. Pero ayer me reí de lo lindo y quería compartir la anécdota. Íbamos las tres de paseo (ellas montadas en el carro, y yo empujando como el burro de carga que soy), y paramos en un semáforo que estaba en rojo. Entonces una de ellas, creo que fue Julia, dijo "¡coche, no!", como si fuera la fase roja para ellos. Maternal y pesada (como siempre), me acerqué a explicarle otra vez las fases de los semáforos y a quien afecta cada una. Concluyendo con un "... cuando el muñeco está en rojo, no pasamos, lo hacemos cuando esta...", y ellas gritaban al unísono "¡Verde!".
Todavía estaba el semáforo con la fase roja para los peatones, cuando dos chicas que estaban a nuestro lado, arregladísimas de la muerte, con veintipocos años (o tal vez diecimuchos), se pusieron a cruzar, momento que aprovechó Julia para gritar muy, muy alto: "¡Señora, no cruces! ¡Señora, no cruces". ¡Ja,ja,ja!. La cara de las chicas fue un poema, yo creo que era la primera vez que les decían "Señoras".
Para mi que Julia ha traumatizado a las muchachas. Seguro que por la noche se aplicaron por primera vez una crema antienvejecimiento, y un contorno de ojos. Daban ganas de decirles : "Creíais que nunca os iban a decir señoras ¿eh?. Pues nada a todos los cochinos nos llega nuestro San Martín , ¡Ja!".
Puse cara de "aquí no pasa nada", aunque me estaba partiendo de la risa, y seguimos con el paseo.
Supongo que nos tocará vivir muchas anécdotas por el estilo, y es que, no hay nada como un niño pequeño para dejarte la moral a ras de suelo.

EL PEQUEÑO CÓDIGO "PENAL" INFANTIL


Ayer por la mañana, salimos de paseo. Cuando íbamos por el portal las niñas se acercaron a una especie de papelera que hay bajo los buzones, donde normalmente dejan publicidad. Meten la manita, y sacan anuncios, tarjetas, octavillas. No es la primera vez que lo hacen, les divierte y casi todos los días subimos (o sacamos a la calle) la publicidad de algún cerrajero, camisetas, pintores, supermercado ...
Cada una de ellas llevaba en la mano un papel. Julia se me acercó y me preguntó"¿Que pone aquí, mami?", y antes de darme tiempo a contestarle, miró de nuevo el papel y comenzó a "leerlo":
"Las niñas....(silencio y tono solemne infantil, lento y alto),
las niñas no pegan,
no tiran pelos,
no "muedden",
no "pujan" (empujan),

ponen "sapatillas",
no pisan..."
Tras acabar de dar lectura a semejante documento (en realidad, publicidad de una tienda de ropa barata), me lo entregó pidiéndome que se lo guardara. Cogí la hoja y la metí en el bolso, cuando volví a mirarla, ya había echado a correr tras Patricia.
Las caras de papá y mamá eran unos poemas, después de repetir la misma cantinela todos los días varias veces (porque todos los días se cascan un par de veces (al menos), van descalzas...), Julia había creado, su propio Código Penal infantil, en el que prohibía y ordenaba la conducta de los chiquitos, pero no aparejaba pena alguna al incumplimiento de la normativa básica. Al menos, ya sabemos que distingue algunas cosas que están bien y otras no, aunque pensamos que en el fragor de la batalla por los juguetes, se le olvida.
En honor a la verdad, y para no dar un retrato desdibujado de las niñas, tengo que decir que lo de pisar y empujar, es algo que suelen sufrir en sus carnes cuando van a los parque, no lo practican, van con mucho cuidado con el resto de niños. Me pareció muy bien, que lo incluyera en su listado, así va descubriendo lo que le desagrada de los demás, y podrá decírselo.
La conclusión es clara, se nos coló un legislador en casa.

¡YO SOLA, MAMÍ!


Esa frase, se ha convertido en uno de los soniquetes más populares en nuestra casa los últimos tiempos. La rebelión en pos de la autonomía, ha sido liderada por Patricia, que cuenta en su hermana con una seguidora eficaz. Así, desde hace un par de meses se han empecinado en comer solas, cada una con su cubierto, y a mí me parece estupendo.
A veces, se les olvida que querían hacerlo solas, y hay que acudir en su ayuda, dándoles algún bocado que quedó suspendido en el aire, a la espera de no se sabe muy bien qué. El primer paso está dado. Un inconveniente es que, casi seguro que se manchan, pero desde que se inventaron los baberos grandes de plástico, incluso los de tela y las lavadoras, el problema mínimo.
Esta necesidad de autonomía, contagia otras áreas de la vida; subir escaleras, andar por la calle, peinarse, frotarse el cuerpo mientras se bañan... Todavía no llegó para vestirse, pero creo que es una cuestión de tiempo y aprendizaje.
La independencia va llegando a nuestras vidas. Esta recién adquirida necesidad, ha traído consigo algunas obligaciones, como depositar el biberón en la cocina cuando hemos acabado de tomarlo, llevar la ropa sucia al cesto para lavar o depositar los pañales en la basura. En esta última tarea, es fundamental un seguimiento de las operarias, porque en un par de ocasiones, el pañal aparece en el cesto de la ropa sucia. Como ya dije antes, son riesgos que los padres estamos dispuestos a asumir. Es esencial aplaudir con entusiasmo cada una de estas acciones, al culminar con éxito la tarea en cuestión. Si podemos acompañar el aplauso, con un grito de "campeonas", reforzamos una buena costumbre.
Eso sí, reconocemos que hay una comida que toman todavía de nuestras manos: el desayuno. El biberón se lo tienen que dar los papás, los abuelos, o quien enganchen por ahí. Se niegan de forma contumaz a hacerlo solitas, brindándonos así, una oportunidad espléndida para mimarlas.