¡Pobre Julia!, el domingo iba andando, sujeta por las típicas correas para bebé, que llevaba su padre, y de repente dio un giro de 180 grados, y se golpeó contra el pico de una vitrina. Los llantos no se hicieron esperar, no se quien tenía peor cara, si la niña con la herida en la frente, o su padre, que estaba blanco como el papel.
La cogí en brazos y comenzó a sangrar, mientras lloraba cada vez más fuerte. Los nervios, nos subían y bajaban por todo el cuerpo, le pusimos un abrigo encima del pijama, y su padre y ella se fueron para el hospital, a urgencias pediatricas. Yo preparé a Patricia en un momentín, y los seguimos con el carrito.
No hubo chichón, sólo una pequeña pitera, que curaron con un par de puntos de aproximación. Además, como había llorado tanto antes, se quedó dormida en el momento de entrar a curarla, y no se enteró de nada, absolutamente nada.
Durante una semana le hemos curado la frente con betadine, y le poníamos un apósito, para que no se quitara los puntos. Ayer ella misma, se dio un tirón y se quitó los puntos. No hay casi señal. Sólo el recuerdo de una herida de guerra, producida en los victoriosos campos del aprendizaje.
¡Ánimo, a seguir andando!
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