UNA CANITA AL AIRE



Sucedió lo inevitable, después de más de un año, cogí dos días de "vacaciones" maternales. Dejamos a las gemelas con los abuelos, y huimos a Madrid el Sábado por la tarde. Allí estuvimos hasta el lunes, cuando cogimos, carretera y manta regresamos en busca de nuestras muñecas.
¿Qué tal me sentó el viaje? Perfectamente, he dormido dos noches del tirón, sin preocupaciones de chupetes que se escapan de la boca, pesadillas nocturnas, llantos injustificados...
Paseamos juntitos, como dos novios por el Retiro, el Rastro, el FNAC (del que Segundo tuvo que sacarme el lunes a rastras), visitamos el templo de Debod, fuimos a bares turísticos: "España Cañí", "Las Fatigas del Querer", tomamos cerveza sin preocuparnos de si podríamos hacernos cargo o no de algún imprevisto. Andamos tanto, que el Lunes por la noche tenía agujetas... pero me encantó.


Nos liberamos totalmente, excepto por el mínimo de tres llamadas que realizamos todos los días. No llamábamos más veces porque a mi me da vergüenza, me hace sentir como una madre histérica, de esas que piensan que ellas y solamente ellas pueden hacerse cargo de sus bebés. Pero eso sí, tenía que saber si habían dormido bien, cómo habían comido y cenado, de ahí las tres llamadas (¡Ay Dios mío!, en qué clase de perturbada me he convertido).



Cambiando de tema, cada vez que voy a un sitio como Madrid, Barcelona, o visito una nueva ciudad, me coloco los ojos de turista alucinado, y voy mirando hasta las cosas más nimias, las que podría ver todos los días, de otra forma, cómo si fuera la primera vez que las veo. El metro por ejemplo, no deja de sorprenderme, la gente que en él viaja: el señor de cincuenta años que viene con su esposa del teatro, y enlazan las manos durante todo el viaje, reflejando ternura. La treintañera, que por medias lleva tatuajes en sus piernas musculosas, en el mes de noviembre, sustentando su equilibrio en unos tacones tan finos y altos que hacen presumir una caída inminente en el andén, y a pesar de ello, cuando se da cuenta de que se ha equivocado de linea sube los escalones tan rápido que, hace que te des cuenta de que, para ella esos tacones, son tan habituales como para mi los zapatos planos. Ves gentes de otros lugares; africanos, asiáticos, sudamericanos, suecos ebrios disfrutando de los momentos previos al partido España-Suecia. Trabajadores, turistas, estudiantes, parados, artistas que despliegan su ingenio y talento en las calles y todo para mí es tan nuevo como lo sería para mis niñas. Porque Madrid, es siempre sorprendente.

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